jueves, 2 de febrero de 2012

TRANCO IV




Hace un tiempo me ocurrió algo verdaderamente notable que me apetece contar aquí:

Decidí pintar un cuadro de una vieja pared blanca y desconchada, con algunas grietas y una alcayata de la que pendieran las tres calabazas atadas con un cordel que tengo en el estudio.
Sobre las dos fui a comer dejándolo abocetado. Al regreso, me quité la chaqueta y aún con el sombrero en la mano, a punto de colgarlo en el respaldo de la silla, miré el cuadro... y me quedé de una pieza, con los ojos como platos y la boca abierta, alelado, estupefacto: una de las grietas se había agrandado, como si traspasara el cuadro, ¡y ahí estaba él, con sus vivos colores, mirándome sonriente!
Poco a poco fui recuperándome y la infinita sorpresa se fue trocando en enfado:
   - ¡A buenas horas te presentas tú -le dije tirando el sombrero al suelo- llevo
     esperándote desde mi niñez!    
   - La culpa es tuya por haber crecido tan deprisa -me contestó encogiéndose de 
     hombros-.        
   - ¿Cómo? ¡He tardado más de sesenta años en llegar hasta hoy y dices que he
     crecido muy deprisa! ¡Estás de broma, tú!  
   - ¿Y no es cierto que te han pasado muy deprisa? -me respondió maliciosamente-.
     Estás viejo -añadió mirándome de hito en hito-.
   - ¡También lo estás tú! -le respondí molesto-.
   - No, yo no estoy viejo: soy viejo. Viejo como la sabiduría, como el amor, como la idea,
     como el mundo.
Decidí no seguir con el combate dialéctico porque vi que llevaba las de perder. Me quedé callado, contemplando aquella figura con la que tantas veces había soñado de niño y que ahora, inopinadamente, había irrumpido en medio del cuadro.
Al cabo, dio un saltito, hizo un gesto con sus manos y en una de ellas apareció una esfera transparente, que yo reconocí a pesar de no haberla visto nunca.
   - Te he traído un presente -me dijo con una sonrisa que yo sabía que era para hacerse 
     perdonar por el retraso- ¿Lo quieres?
Acerqué mis manos para tomarlo pero cuando ya lo rozaba cambié de opinión.
   - No. Voy a hacer otra cosa: colgaré este cuadro en la habitación de una niña que acaba
     de nacer. Quiero que te vea cada mañana y cada noche. Porque mucho antes de que 
     su cabecita empiece a descifrar cada rasgo, mucho antes de que averigüe quién eres
     y para qué sirves, irá captando tu esencia. Y cada día podrá aceptar tu ofrenda.

Así que le regalé el cuadro a mi nieta Neu.
    
TE OFREZCO LA IMAGINACIÓN / óleo sobre tabla / 130x130 / propiedad

 

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