sábado, 15 de junio de 2013

TRANCO XXVIII


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He cambiado mi forma de expresión pictórica, lo que supone mucho más que cambiar de estilo. Algo, esto último, que hago con una cierta frecuencia producto de una mente de difícil acomodo.
Lo estaba necesitando desde hace tiempo, prácticamente desde mi última exposición. Ya hacía mucho que me rondaban por la cabeza unas masas amorfas de colores vivos que se fundían unos en otros o contrastaban violentamente entre sí. Y no sabía qué hacer con eso. Pasaban por mi imaginación fugazmente de tanto en tanto al principio, y con mayor frecuencia cada vez. Ha sido un proceso largo.

Por otra parte, sentía cada vez más la necesidad de pintar el hálito social en el que estamos inmersos. Necesitaba que mi pintura reflejara la desazón, la rabia, la impotencia, la frustración a las que nos han llevado quienes nos gobiernan mediante las urnas y quienes lo hacen sin necesidad de ellas.

Y en un momento dado las masas de color y la urgencia de pintar esos sentimientos se cruzaron y tomaron forma. Fue de golpe, como si de dos semicírculos se tratara, que tras una larga travesía, cada uno por su lado, hubiesen llegado al mismo punto y se complementaran en una circunferencia.

Las obras tienen dos denominadores comunes: uno es un fondo rojo sobre negro, y el otro una masa verdeazulada, de líneas rectas, con la que represento el entorno. De esa masa emerge una cabeza, una mano..., o sea, el motivo principal del cuadro.

Estos son los tres primeros óleos. Mi deseo es mostrar este trabajo en una exposición en la que aporte mi visión del momento que nos toca vivir.
Lo que no sé todavía es a dónde me llevará el camino que acabo de emprender ni cuál será su duración.






GEMIDO / óleo sobre lienzo / 130x97 / 2013





CLAMOR / óleo sobre lienzo / 97x130 / 2013






VACÍO / óleo sobre lienzo / 97x130 / 2013




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lunes, 27 de mayo de 2013

TRANCO XXVII

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TRILOGÍA PARA DOS GÉNEROS


Cuando hube terminado este cuadro, de golpe me di cuenta de que, sin pretenderlo, había pintado algo semejante a la masculinidad desgarrando a la femineidad, lo que me molestó porque yo sólo había querido pintar una estaca y una tela.

ESTRIP / óleo sobre lienzo / 73x116 / 1994 / adquirido



                                                                            




Entonces decidí pintar lo contrario, esto es la femineidad rompiendo el falo a la masculinidad.

TRENC / óleo sobre lienzo / 116x73 / 1994 / adquirido
                                                                           




En este cuadro se me ocurrió camuflar atributos de ambos sexos de manera que sólo los captara el subconsciente, y me puse a ello. Tras muchos bocetos llegué a una conclusión 
y la pinté. Una vez terminada la obra pensé que había fracasado porque las formas me parecían demasiado evidentes. Y empecé a mostrarlo. Mi sorpresa crecía a cada nueva persona a la que hacía la misma pregunta:  
- ¿Qué ves?  
- Una tela atada a una estaca que se rompe.  
- ¿Y qué más? En la tela, ¿qué ves?  
- Pliegues.  
- Pues en esa tela hay, y todo de buen tamaño, dos senos, un sexo femenino y un pene con sus testículos introduciéndose en otro sexo femenino. Y todos ponían cara de pasmo. Después de mucho mirar, la mayoría descubre los senos. Y de las docenas de personas a quienes he planteado la cuestión, puedo contar con una mano las que han visto todo lo que hay, y me sobran dedos. Pero, curiosamente, el cuadro es el que más gusta, con diferencia, de la trilogía. Lo que demuestra el poder del subconsciente.



Después de estas dos batallas en las que cada género derrota al otro, pensé en firmar las paces y pinté el tercero, en el que ambos llegan al entente. ¿Qué mejor forma de complementarse un palo y una tela que formando una bandera? Así que, al cabo, maltrechos pero victoriosos en su unión.

TALL / óleo sobre lienzo / 73x116 / 1994 / adquirido
      



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sábado, 12 de enero de 2013


 TRANCO XXVI

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Este año he vuelto a realizar el cartel de Alcalá de Henares. El tema vuelve a ser Cervantes (por cierto, aún no he logrado averiguar cómo, si él se firmaba Cerbantes -con "b"-, ha pasado a ser Cervantes -con "v"-. En su firma se diferencia claramente la "b" del nombre de la "v" de su apellido). 
El Ayuntamiento quiere potenciar el hecho de que D. Miguel de Cervantes Saavedra nació en esa ciudad.

Se me ocurrió dibujar un retrato puesto que son muy escasos los que existen de él. De hecho, entre óleos y grabados no creo que conozcamos más de tres o cuatro, con la divertida originalidad de algunos se parecen poco entre sí y otros nada. 
En vista de ello, busqué un texto autobiográfico en el que se describe a sí mismo -y que luego he incluido en el cartel- y con él he creado un Cervantes en la intimidad de su gabinete, escribiendo.
Al principio pensé, y así inicié el primer boceto, vestirlo con la característica gorguera con la que aparece en su retrato más conocido y con las puñetas con que adornaban sus muñecas. Pero entonces me di cuenta de que con semejante indumentaria era imposible escribir: esas prendas se las ponían para lucir en determinadas ocasiones -para ir a palacio, para posar ante un pintor...-, no para estar por casa; máxime si tenemos en cuenta que la gorguera llevaba un entramado de alambre para darle esa curiosa forma. Así que le quité los mundanos ornamentos y lo dejé a cuerpo, en su mesa de trabajo, enfrascado en su escrito.
Cuando lo hice dejó de ser Cervantes, el que conocemos, quiero decir. Y estuve dudando entre plasmar la imagen que se reconocería inmediatamente, aunque fuera una escena absurda, o ser fiel a la realidad del escritor en su día a día. Porque de lo que estaba seguro era de que iba a retratarlo escribiendo. Y opté por dibujarlo  tal cual debió de suceder en su vida cuotidiana.
Así mismo, era necesario que su semblante reflejara la edad que debió de tener cuando escrib el texto autobiográfico: bastantes más años que con los que aparece en el conocido retrato.
Las dificultades no terminaban aquí, ya que si escribía debía hacerlo con la letra que usaba él, no con la que usamos nosotros. Así es como en el dibujo aparece el texto en letra bastarda, un tipo de letra muy usado en Castilla a mediados del XVI y con el que, probablemente, Cervantes escribió sus obras.

Y he aquí que mediado el trabajo ocurrió algo totalmente inesperado.
Mi amigo Pepe Quijada, anticuario de libros y editor de los carteles, me llamó desde su tienda para decirme que le apetecía ver lo que estaba dibujando. Como es un absoluto negado para todo lo concerniente a ordenadores, me dijo que se lo enviara a su casa para que su hijo menor lo imprimiera y así poder verlo cuando llegase. El muchacho lo imprimió e hizo otra copia para enseñársela a su hermano a quien iba a ver esa misma tarde. No había pasado una hora desde que le envié el dibujo, cuando sonó el teléfono:

- Augusto, me ha llamado Boris para decirme que si no te has enterado de que Cervantes era el Manco de Lepanto.  
Solté un taco; lo había olvidado por completo y en la ilustración aparecía él escribiendo con su diestra, mientras que la siniestra la apoyaba sobre el papel. Pero contraataqué rápidamente:
- Un momento, un momento... le llamaban el manco de Lepanto pero de manco no tenía nada. En la batalla recibió dos arcabuzazos, uno en el pecho y otro en la mano que se la dejó inútil, pero se la dejó, ¿entiendes? No podría usarla pero seguro que la apoyaba en  el papel en el que escribía. 
Y con su vozarrón trabuqueño y su retranca:
- Pues nada, le pones las dos manos y a pie de cartel explicas todo eso para que el personal se vaya enterando, ¡no te joroba! (no dijo joroba).
- ¡¿Y con qué aguanta el papel si le quito la mano, con chinchetas?!

Pero el caso es que tenía razón: si lo dibujaba con ambas manos me hubieran caído palos de todas partes. Así que la palmatoria que descansaba sobre la mesa, la hice más corta y la apoyé sobre dos libros que a su vez hacen de pisapapeles. Pero que conste que no lo hacía así, seguro que no.



Este es el texto que escribió 


  

Y este, el cartel







Algunos detalles









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